La editora de Resident Evil y Street Fighter ha publicado directrices explícitas para el contenido derivado, codificando el "acuerdo tácito" de la industria. Aunque la política da luz verde a la venta hobbyist, su negativa a definir el límite de ganancias deja a los creadores en una zona de permanente ambigüedad legal.
Capcom ha dado un paso audaz al lanzar una política oficial que clarifica su postura hacia las obras derivadas creadas por fans. Esta decisión, poco común en una industria que prefiere los "acuerdos tácitos", ha sido recibida con una mezcla de alivio y cautela por parte de la vasta comunidad que genera contenido basado en sus franquicias más lucrativas, como Monster Hunter y Devil May Cry.
La buena noticia es el corazón de la política: los creadores ya no necesitan pedir permiso a Capcom para producir y distribuir contenido siempre y cuando cumplan con el código. Esto formaliza una tregua crucial entre el titular de la propiedad intelectual y los artistas independientes.
La ambición prohibida: el dilema del "hobby"
El punto más sensible de las directrices se centra en el dinero. Capcom permite explícitamente la venta de obras derivadas (como dōjinshi o garage kits en eventos como el Wonder Festival) siempre que se mantengan dentro de un "ámbito hobbyist con poco volumen y bajas ventas".
Aquí reside la trampa legal. La compañía prohíbe taxativamente la venta de contenido con "intención de lucro", reservándose el derecho de intervenir —incluso por la vía legal— si considera que un artista ha cruzado la línea entre el hobby y el negocio.
La ambigüedad es deliberada: Capcom no ha ofrecido una definición explícita de lo que constituye el "ámbito hobbyist" (si es un límite de ventas, de ingresos o de volumen de producción). Esto genera una zona gris que, aunque da libertad a la mayoría de los artistas, mantiene una presión constante sobre aquellos creadores que logran escalar sus proyectos a un nivel más comercial. En esencia, la editorial mantiene la sartén por el mango para cortar el flujo de ingresos a cualquier artista exitoso que considere una amenaza a su mercado.
Las líneas rojas: un ultimátum de moralidad y marca
Además de la restricción económica, la política de Capcom establece un claro "código de moralidad" sobre el tipo de contenido que no tolerará. La lista, que refleja el miedo de las grandes corporaciones a que su marca se asocie a contenidos problemáticos, prohíbe:
Contenido discriminatorio, obsceno, religioso o político.
Contenido difamatorio o antisocial.
Cualquier elemento que dañe la percepción de la propiedad intelectual original.
Contenido que pueda ser confundido con material oficial de Capcom (incluyendo el uso directo de logotipos o assets sin alteraciones significativas).
La inclusión de propiedad intelectual de terceros en la obra derivada.
La prohibición de usar logotipos o de copiar contenido directamente sin "alteraciones significativas" funciona como un filtro de calidad y un escudo legal. Los artistas deben asegurarse de que sus creaciones sean, de hecho, obras derivadas con una clara huella personal.
En un panorama donde franquicias como Uma Musume Pretty Derby también han publicado directrices similares, la jugada de Capcom es un ejercicio de control corporativo inteligente. Brinda tranquilidad a la vasta mayoría de creadores que simplemente buscan expresar su pasión, mientras se arma con la justificación legal necesaria para frenar a cualquier dōjinshi o proyecto que empiece a convertirse en una competencia financiera seria. La libertad creativa existe, pero el límite lo pone, en última instancia, el bolsillo de la editora.
Fuente: ANN