En el tablero del poder cultural, hay movimientos que se sienten como un jaque elegante más que un golpe de espada. Así fue el anuncio del 19 de mayo de 2025: la titánica corporación japonesa Kadokawa ha adquirido el 70% de la editorial italiana Edizioni BD, la casa matriz del sello J-POP Manga. No fue con tambores ni confeti, pero sí con claridad quirúrgica: Japón no solo exporta manga, también adquiere la llave de su circulación europea.
Desde Milán, donde Edizioni BD lleva dos décadas editando con pasión mediterránea unas 500 obras anuales, la noticia cayó como una confirmación de lo inevitable. Italia —ese país donde el manga entró como curiosidad en los ochenta y hoy es parte del desayuno adolescente— se convierte así en la próxima pieza en el puzzle expansionista de Kadokawa. No es solo una adquisición; es un movimiento geopolítico en clave pop.
Y es que Italia no es un mercado cualquiera. Es el segundo mayor consumidor de cómics de Europa, solo detrás de la refinada y competitiva Francia. En otras palabras: si Europa fuera una convención de manga, Italia sería el tipo de la fila con todos los tomos en tapa dura, gafas gruesas y opinión formada sobre Junji Ito. Kadokawa lo sabe, y no piensa mirar desde afuera.
“Queremos reforzar el vínculo directo entre Japón y los lectores italianos”, dijo Marco Schiavone, CEO de Edizioni BD, en un tono que sonó a brindis con prosecco… pero con un toque de saké. Y desde el lado nipón, Takeshi Natsuno, CEO de Kadokawa, fue claro: esta unión no es un gesto simbólico, es la ampliación estratégica de una red europea que ya conecta con Francia y sigue creciendo como un manga de aventuras con presupuesto ilimitado.
¿Qué se juega realmente aquí?
No se trata solo de papel impreso y derechos de traducción. Lo que Kadokawa está comprando —y defendiendo— es su propiedad intelectual. En una era donde los mangas se adaptan a anime, videojuegos, live-actions y líneas de maquillaje, controlar el canal de distribución significa controlar la narrativa global. Lo que empieza en Tokio termina en las mochilas de estudiantes italianos… y pronto, en sus cuentas de streaming.
Pero también hay algo más sutil: una forma de diplomacia cultural que no requiere embajadores ni tratados, solo historias. Y eso, Kadokawa lo hace como quien respira.
¿Colonización o colaboración?
Quizá los más puristas levanten una ceja: ¿es esta la entrada de una megacorporación japonesa a un ecosistema editorial local, o la oportunidad dorada de reforzar puentes creativos entre dos culturas lectoras? La respuesta, como en todo buen manga, está en las páginas que vienen.
Por ahora, Kadokawa no compra Italia. Pero sí se compra un asiento en la mesa donde se decide qué manga leerá Europa. Y ese, en tiempos donde las historias son más poderosas que las armas, es un golpe maestro.
Fuente: ANN